Negocio estratégico para Chile
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El litio sigue siendo una preocupación constante para la economía, las arcas fiscales y para las empresas que operan en los principales yacimientos del norte del país, más aún cuando se han conocido los movimientos del mercado del mineral y la creciente competencia que enfrenta Chile desde otras potencias productoras.
De acuerdo con estadísticas de Cochilco, entre 2021 y 2023, SQM subió su participación en el mercado del litio desde 15% a 18%, mientras que Albemarle lo hizo de 21% a 31%. Más atrás se ubicaron las australianas Pilbara Minerals y Arcadium, con 8% cada una. Llamativo resultó el retroceso de Tianqi, que quedó fuera de las cinco mayores productoras mundiales, lo que en parte explicaría la tenaz batalla legal de la firma china por impugnar el acuerdo de su socia SQM con Codelco.
Las ventajas de Chile en la industria del litio deben alentarse con un entorno normativo, tributario y regulatorio que facilite los negocios.
Una de las materias más relevantes del informe evidencia que Chile mantiene uno de los costos de explotación más bajos del mundo, comparados con la extracción en faenas de China, Zimbabue o Australia, lo que permite mantener una leve ventaja comparativa y competitiva frente a la embestida de nuevos actores de la industria.
Por otro lado, en el mismo período, las reservas de litio del país bajaron notoriamente, al pasar del 76% de las existencias globales en 2010 a 34% en 2023. Sin embargo, en ello debe tenerse en cuenta que los datos son dinámicos, pues su variación se explica tanto por reducciones en la extracción, como por aumentos que puedan proyectarse tras procesos de exploración.
En este contexto, este año Chile lanzó un proceso de RFI para la exploración y explotación de salares en el norte, lo que permitirá, precisamente, identificar recursos con potencial económico que podrían situar al país en un sitial privilegiado ante inversionistas y desarrolladores tecnológicos que busquen ventajas frente a otras alternativas.
Esas ventajas están en la calidad de las salmueras y la concentración de litio en ellas, los costos de extracción, la cercanía con los puertos, la facilidad de embarque, la institucionalidad comercial y la estabilidad del clima de negocios. Todo ello debe alentarse, por supuesto, con un entorno normativo, tributario y regulatorio que facilite y no entorpezca negocios tan estratégicos para la economía de la transición energética que está detrás del litio. Este mineral no solo es clave para las baterías de autos eléctricos, sino que también para el almacenamiento a gran escala de energías renovables, lo que por estos días ha sido un gran dolor de cabeza para el sistema eléctrico nacional, que ve perder tanta energía limpia como la que produce.
Es de esperar que lo que queda de la implementación de la Estrategia Nacional del Litio contemple y recoja estos desafíos y no se quede en ideas cortas o escasamente transformadoras, como empresas estatales que tienen poco o nada que aportar a la modernidad que demanda el momento.